Una mirada a décadas pasadas
Si observamos como ha sido el abordaje del linfedema asociado al cáncer de mama, desde una perspectiva histórica, podemos observar como, en general al paciente con lógico, a las pacientes se le recomendaba que evitaran la actividad física y que para combatir el cansancio asociado al cáncer, debían hacer reposo. No es hasta un ensayo clínico publicado en 1989 cuando se habla por primera vez de los beneficios del ejercicio en la composición corporal.
Si damos un salto en una década en el tiempo, en 1998 hay otra publicación en la que se habla de cómo el Dragon Boat es seguro para pacientes con cáncer de mama. Concretamente, en un artículo se comparte la experiencia de las pacientes con cáncer de mama usando esta modalidad de actividad física, y, por tanto, supuso un desafío a realizar actividad extenuante en el brazo, ya que se creía que podía aumentar el riesgo de padecer linfedema o directamente hacer que apareciese. Y no es hasta el año 2001, cuando se publica por primera vez los beneficios que pudiera tener en los pacientes oncológicos el ejercicio sobre la función física. Y ya en el 2010, se publican las guías ACSM en las que se insta a estas pacientes a que hagan ejercicio. Desde entonces se han ido publicando artículos sobre la seguridad de ejercicio de fuerza en estas pacientes, hasta publicar en el año 2019 las guías ACSM con la dosis terapéutica recomendada para mejorar los síntomas del linfedema incluso para prevenirlo:
Prescripción de ejercicio basada en la evidencia diseñada para la seguridad o ningún daño versus el beneficio del ejercicio para prevenir el linfedema o mejorar sus síntomas. | |
Frecuencia | 2-3 veces/semana |
Número de ejercicios | Grandes grupos musculares |
Volumen | 1-3 series 8-15 Repeticiones |
Intensidad | 60%-70% de 1 RM RPE 15 |
Duración del programa | 52 semanas |
Todo este hilo temporal y basado en referencias científicas, lo publiqué en un artículo científico, después de haber leído y he investigado toda la literatura científica de manera exhaustiva para publicar mi libro para pacientes “Cáncer de mama y ejercicio físico”.
Una mirada a la evidencia actual
¿Y qué se ha acontecido de manera más reciente?
Pues bien, en 2020, justo un año más tarde de la publicación de las guías a ACSM, en la que se insta a que las pacientes con cáncer de mama hagan ejercicio para prevenir el linfedema, se publica la guía de práctica clínica de la Pues bien, justo un año más tarde de la publicación de las guías a ACSM, en la que se insta a que las pacientes con cáncer de mama hagan ejercicio para prevenir el linfedema, se publica la Guía de Práctica Clínica de la Asociación Americana de Fisioterapia (APTA) en la que se detallan todas las modalidades de intervención de fisioterapia, desde antes de la cirugía, hasta después de la cirugía, en la prevención del linfedema, así como cuando el linfedema está instaurado en todos sus estadios . Aunque la guía de práctica clínica es muy extensa y requiere una gran lectura e interpretación, ya os puedo resumir que se habla de que el ejercicio debe de estar presente en todas estas etapas y que además se considera primera línea de tratamiento después de la cirugía, y concretamente el ejercicio de fuerza a partir del primer mes, junto con la educación y compresión, como primera línea de tratamiento cuando existe linfedema temprano o estadio I según la International Society of Linfology (ISL).
¿Y hacia dónde va la evidencia más actual de los últimos 4 años?
Desde entonces, se ha continuado publicando revisiones sistemáticas con meta-análisis que confirman la seguridad del ejercicio de fuerza en el linfedema, que no tiene un efecto negativo y más aún, que lo disminuye potencialmente. También hay meta-análisis que señalan el ejercicio a favor de otras modalidades de intervención en fisioterapia para la prevención del linfedema, pero se necesita aún más estudios.
Mi reflexión y conclusiones:
Hemos pasado de la evitación del ejercicio, a integrarlo con precaución, hasta comenzar a hacer ejercicio de fuerza con seguridad para terminar prescribiéndolo para disminución de volumen y síntomas asociados al linfedema.
Debido al beneficio potencial y sistémico del ejercicio en la población oncológica y en el linfedema, el ejercicio físico terapéutico se postula como la herramienta principal en el abordaje del linfedema. Eso sí, las recomendaciones dadas en guías deben tomarse como una referencia. Las intensidades y progresiones del ejercicio no deben tomarse como un “entrenamiento” dirigido a persona sana, sino atendiendo a síntomas, signos, posibles limitaciones de movilidad, dolor, fatiga asociada al cáncer… lo que viene siendo, un abordaje terapéutico, pues se trata de un paciente y el objetivo es de tratamiento. #esfisioterapia y es hacer fisioterapia con lo que nos dice la ciencia hasta día de hoy:
El rol activo, es el camino.